sábado, 30 de mayo de 2015

Una mañana tranquila



   Son las 8 de la mañana y hoy, después de tantos días de lluvia, ha salido el sol e incluso han subido las temperaturas.
   Mi gato “Lunero” está en la ventana del salón, viendo como las currucas van y vienen  al comedero del jardín y lanzando pequeños  maullidos de protesta porque sabe que no las puede coger.



   Decido que es un buen día para sacar a mi hurón “Lido” de su corral y que se divierta  un rato por el jardín.
   Hace 15 días que un críalo esta incordiando a las urracas y está mañana está de nuevo, posado en el árbol gritando como  un energúmeno.

    
   Lido está metido en el túnel que se ha  construido en el compostador y como sé que estará entretenido un rato, decido desayunar en la pérgola, mientras le vigilo.
    Me preparo un café con leche, un par de tostadas con mantequilla y me dispongo a dar buena cuenta de ello; pero en ese instante el críalo decide que es momento de actuar y se lanza como una flecha hacía  la carrasca centenaria donde revolotean las urracas. La algarabía llama mi atención y  corro a coger la cámara de fotos por si  algún ave se pone a tiro.

 
   Tras unos cuantos gritos y revoloteos, el críalo sale huyendo perseguido por 4 urracas y va a posarse entre las tupidas ramas de un ciprés, con tan mala suerte que está lleno de estorninos a los que no les hace ninguna gracia esta inesperada visita.

 
   De nuevo alza el vuelo y esta vez a las urracas se le suman los estorninos. Buscando un lugar donde ocultarse se detiene en  una acacia cerca de la casa, pero la pareja de torcecuellos, que con un poco de suerte harán el nido en la caja de madera, no permiten ninguna invasión de su árbol y comienzan a gritar como locos para expulsar al  intruso.


   Acorralado por todas partes, el críalo debe pensar que mejor se oculta en la vegetación baja hasta que pase la tormenta.
   Esta vez su vuelo le lleva a posarse precisamente en el comedero de las currucas. Lunero al ver un pájaro tan grande, no puede contenerse más y sale disparado a por él.
   El críalo  está tan asustado que se mete por la puerta del invernadero seguido por el gato y por mí.
   El ave va golpeando de cristal en crista buscando una salida, mientras el gato brinca intentando cazarlo.
   Lunero va pisoteando todas las plantas (Ana me va a matar, pienso) y en uno de los saltos golpea la jaula donde está el periquito que cae rodando con él dentro. Yo no sé si soltar la cámara, coger al periquito, al gato, al críalo o salvar las plantas.


   Por fin el ave logra encontrar la  puerta y salir del invernadero. Las urracas que no se habían perdido el espectáculo salen de nuevo detrás de él. El críalo huye hacia los pinares del oeste perseguido por las urracas y por Lunero.
   Recojo la jaula del periquito y compruebo que aparte del susto no ha sufrido ningún daño. Coloco las plantas y cuando está todo más o menos ordenado decido volver a desayunar. En ese momento Lido  - ¡Me había olvidado de él!- sale disparado desde la pérgola en dirección a su corral, en la boca lleva una de mis tostadas.
Sobre el mantel de la mesa, lleno de huellas de hurón, está el resto de la otra tostada bañada en el café derramado.
   Lo recojo todo y voy a buscar a Lido. Desde su corral me mira fijamente con sus ojillos negros y el hocico lleno de mantequilla como diciendo: -¿Qué ha pasado?


   Yo pienso ¡Vaya mañanita!  Mejorme  había quedado en la cama.